Wednesday, July 6, 2011

Trillones de Obama

Video: Entrevista en Univision 6 de julio de 2011
Busca la Entrevista / Check out the Interview: http://youtu.be/A2zBzHz8Mg8

La deuda de más de catorce miles de billones de dólares del gobierno de Estados Unidos es consecuencia de los años que lleva gastando el dinero que no tiene.  Para todos los efectos la economía más grande del mundo ya se gasta lo mismo que produce.  Como no está ahorrando, se está quedando corta en inversión suficiente en la educación, investigación e innovación, los pilares de la administración de Barack Obama para crear empleos y reactivar a largo plazo la economía.

Bill Clinton le legó al Presidente George W. Bush un presupuesto balanceado y una deuda de tres mil billones.  Las proyecciones eran que esa deuda quedaría salda y habría un superávit de más de dos mil billones para el 2011.  Lo cierto es que ese supuesto superávit se esfumó.  Estados Unidos le debe a inversionistas de todo el mundo, gobiernos extranjeros y a sus propias agencias más de catorce miles de billones de dólares.  (A China le debe más de $1 mil billones; casi lo mismo a Japón).  ¿Qué pasó?

Una verdadera "tormenta perfecta": malas decisiones presupuestarias y contributivas; falsas expectativas económicas; y el gasto enorme en seguridad por el 9-11 y las guerras de Iraq y Afganistán.  Bush enamoró al electorado del 2000 diciendo que le iba a devolver a los votantes todo ese superávit federal que vaticinaban los “expertos”.  (Y lo hizo; todos los que habíamos pagado contribuciones federales recibimos en el 2001 un buen cheque cortesía del tío Sam).  Amparado también en las proyecciones de bonanza interminable logró legislación que redujo las contribuciones a individuos y corporaciones que más ingreso generan.  Estos beneficios todavía existen hoy, representan un costo directo al tesoro y son vacas sagradas que gozan de la fijación obsesiva de los republicanos en el Congreso de no aprobar ningún impuesto, aunque esté dirigido a personas que no están tomando su justa parte de la “amarga medicina” que tanto oprime a la clase asalariada y que se ha vendido como “indispensable” para salir de la crisis.

La administración Bush redujo las fuentes de ingresos al reducir las contribuciones federales y complicó las finanzas federales al invadir Afganistán e Iraq SIN BUSCAR fuentes para pagar esos gastos (pues no preparó con el Congreso nuevas contribuciones para financiar la guerra).  Sobre todo en Iraq, se trató de una colosal extravagancia pues esa guerra fue justificada en premisas de dudosa validez que no pasaron el cedazo de la prueba irrefutada (las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein nunca aparecieron).   Fue la primera vez que Estados Unidos participa en una guerra y solamente hace préstamos para pagarla (dejándole la factura a quien venga después).

Si Bush heredó de Clinton 3 mil billones de deuda y un presupuesto balanceado, Bush le dejó a Obama 8 mil billones adicionales de deuda y un presupuesto anual para el cual hay que tomar prestado 40 centavos de cada dólar (pues solo se recauda, por impuestos, el 60 porciento de los fondos requeridos EN EL PRESUPUESTO ANUAL).

Difícil tarea tiene el Presidente Obama: vender un paquete de medidas que deberá traer nuevos impuestos y disponer de un presupuesto con menos fondos para los programas de asistencia, desarrollo e inversión que son tan necesarios para reactivar la economía.  En lo absoluto el escenario ideal para quien pretende lograr un nuevo término presidencial en 2012 y que sabe que el tiempo apremia (el desempleo sigue sobre el 9% y estamos a 15 meses para las elecciones).

En esta época de vacas flacas es penoso decir que el tranque entre demócratas y republicanos, y las imprudencias económicas del pasado, complican la gestión del gobierno federal, llamado como está a darle la mano a bancos, aseguradoras y casas automotrices como también a la mujer y al hombre jefes de familia que son la verdadera riqueza y el mejor porvenir de toda una nación. 

Mientras el ciudadano promedio lucha por seguir a flote, pagar su hogar y cuidar de los suyos, vemos cómo los bandos políticos tradicionales se atrincheran y continúan defendiendo posturas irrazonables en los tiempos extraordinarios que vivimos. 

Hay visión, liderato y arrojo de sobra en la Presidencia y el Congreso.  Ahora cada bando tendrá la responsabilidad de dejar a un lado sus dogmas, ceder razonablemente y encaminar con firmeza las decisiones que son necesarias. 


El progreso económico no puede esperar, no puede ser rehén en esta coyuntura. Para lo electoral, tiempo habrá.

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