Wednesday, July 13, 2011

Fácil Matar en América Latina

Video: Entrevista en Univision / Live Univision Interview (13 July 2011)
Mira la Entrevista / Check out the Interview



Ha Muerto Facundo Cabral
El crimen está fuera de control en América Latina.  El cantautor argentino Facundo Cabral fue asesinado en pleno aeropuerto de Guatemala.  Los partes de prensa indican que se ha arrestado a dos sospechosos de ser cómplices en esta operación que parece se trató de un contrato en el mundo del narcotráfico cuyo objetivo lo era el productor nicaragüense que acompañaba a Cabral.  Murió Cabral y el acompañante fue herido severamente.   Otro inocente cae impunemente en nuestro entorno, víctima de la violencia ligada al crimen organizado.

Para los más de 250 millones de habitantes en la región del Caribe y América Central, el homicidio se ha convertido en constante del diario vivir, un mal social que refleja las profundas incapacidades para atender el desarrollo social, proveer verdadera paz y seguridad, y promover la justicia y el respeto a las instituciones. 

Se dice que América Latina se encuentra en su tercer momento democrático en la historia, con elecciones abiertas, altas tasas de participación ciudadana en las elecciones y cambios de gobierno frecuentes y relativamente pacíficos.  Esta tercera ola democrática latinoamericana es significativa porque ya entra en su cuarta década ininterrumpida.  Sin embargo, sus gobiernos en su mayoría son incapaces de servirle a su gente. 

Las encuestas de opinión confirman que la gente acude a votar masivamente en América Latina pero su disposición a participar en el proceso democrático no debe confundirse con satisfacción en las ejecutorias de la oficialidad.  Al contrario.  El pueblo latinoamericano por lo general no confía en las instituciones, la policía, el ejército, y mucho menos los sistemas de justicia.  El sistema no está atendiendo los intereses de la ciudadanía.

La democracia perdura al menos en las formas, como ritual periódico, pero tiene un serio problema de imagen, por no decir funcionalidad.  Las políticas de austeridad económica, disminución de la asistencia social, promoción de la inversión extranjera y abandono de funciones del estado en beneficio de entes privados (que adquieren poderes cuasi-monopolísticos, y pobremente regulados, en la oferta de servicios al público) han contribuido al aumento en la disparidad económica entre ricos y pobres, el desaliento social y la búsqueda de ganancias en la economía subterránea, el crimen y el narcotráfico.  El saldo: nuestras inseguras ciudades hacen de América Latina el segundo lugar más peligroso para vivir en el mundo, con 25 muertes promedio anuales por 100,000 habitantes (una estadística insostenible e inaceptable).

Los reenfoques en programas de inversión social en Brasil y México en que la asistencia a hogares indigentes se condiciona a que los niños acudan a la escuela y reciban cuidados médicos frecuentes son ejemplos de estrategias novedosas para dirigir la inversión pública en esfuerzos de fortalecimiento social y económico.  Quizás a largo plazo permitan que las nuevas generaciones logren la educación y condición física indispensables para el progreso.  Tal vez ello pudiera romper el ciclo de pobreza, desesperanza y necesidad que nutre al crimen, la violencia y el tráfico ilegal en la región.  Pero eso está por verse pues dependerá de que los servicios sean efectivos, por no hablar de que haya políticas exitosas para el desarrollo de buenos empleos y oportunidades para todos. 
Tampoco debemos olvidar la penosa historia de la guerra civil en la que murieron cientos de miles en Centroamerica, fueron desplazados 2 millones de personas en una población total de 30 millones, y cuyas repercusiones perduran, sus crímenes impunes, mejor olvidados.  Un ejemplo: Guatemala sufrió un verdadero genocidio en que fuerzas militares masacraron más de 200,000 indígenas mayas en una estrategia para detener la guerrilla. Se sacrificaron inhumanamente los más fundamentales derechos de estos herederos de una importante cultura milenaria por razones ideológicas.  Un capítulo que permanece abierto, laceración colectiva que clama por una verdadera sanación.

Por último, no es posible ignorar la amplia demanda de los mercados del norte por los productos del narcotráfico, cuya elaboración y distribución tanto le han costado a América en lo social. 

Mientras haya demanda y gente dispuesta a pagar altos precios por el producto, no podemos pretender que ocurra un milagro en América Latina.           

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