Los encuentros entre agentes encubiertos federales y alegados criminales salen mal de tiempo en tiempo. Cuando se convierten en una balacera en plena tarde y en el estacionamiento de un concurrido centro comercial, en horas laborables, en medio de las ventas "back to school", repuntalan el amplio sentido de inseguridad e indefensión que ya es tema central de la campaña del año eleccionario 2012.
Nuestros agentes de ley y orden exponen diariamente su vida en una batalla en la cual, tal parece, el ciudadano común y corriente, sin siquiera proponérselo, ahora resulta participante involuntario. Una cosa es ser blanco "colateral" de la violencia indiscriminada. Otra es permitirse encuentros de este tipo en lugares obviamente seleccionados por quienes buscan escudarse de inocentes o los escogen porque saben que lugares concurridos por público ofrecen más vías de escape en el pandemonio de un tiroteo, como el de Guaynabo.
Hubo dos muertos. Esta vez, se dice, ningún "civil". Ojalá cesaran estas batallas urbanas; en lo que ese sueño se materializa, ojalá no le toque a ningún inocente encarar las consecuencias de un encuentro de esos tornado en campo de guerra.
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